Errores comunes en la alimentación de vacas lecheras de alta producción
La clave de la nutrición en vacas de alta producción es manejar la ingesta según sus necesidades nutricionales.
PRODUCCION ANIMAL
8/15/20259 min leer
La clave de la nutrición en vacas de alta producción es manejar la ingesta según sus necesidades nutricionales (1). Sin embargo, en la práctica se cometen errores que afectan la salud y producción. Entre los más frecuentes están:
Desequilibrios energéticos: Tanto el exceso como el déficit de energía en la ración son erróneos. Por ejemplo, sobrealimentar vacas secas con concentrados puede generar “vacas gordas” con baja eficiencia y alta incidencia de enfermedades metabólicas postparto (fiebre de leche, cetosis, desplazamiento de abomaso) (2). En cambio, dietas insuficientes en energía limitan la producción de leche y deterioran la condición corporal. Ambos extremos reducen la rentabilidad.
Falta de fibra efectiva (partículas largas): Raciones altas en grano y bajas en fibra estructural provocan fermentación excesiva de carbohidratos y acidosis ruminal subaguda (3). Esto produce caída de la ingesta y de la producción, laminitis y abscesos hepáticos (4,5). Además, la baja fibra reduce el contenido graso de la leche (6). A la inversa, forrajes de larga fibra (heno picado grueso, paja) estimulan la masticación y la salivación, buffers naturales contra la acidez (7).
Cambios bruscos de dieta: Pasar abruptamente de raciones altas en fibra (pre-parto) a dietas ricas en concentrados (post-parto) es un error clásico. La falta de adaptación gradual de la población microbiana y de las papilas ruminales causa caídas del pH e inestabilidad alimenticia (8). Para evitarlo, la introducción de concentrados debe ser paulatina, extendiendo la transición en 2–3 semanas antes y después del parto (8, 9).
Formulación mal hecha de la ración: Omisiones o desbalances en proteína, minerales o vitaminas afectan la salud. Por ejemplo, un exceso de calcio durante el secado o déficit de magnesio puede precipitar fiebre de leche (10). Niveles inadecuados de proteína (o NPN excesivo) alteran la fermentación ruminal. Igualmente, pasarse del 6–7 % de grasa añadida puede impedir la digestión. En todo caso, la base de la dieta debe ser forrajes de alta calidad, con al menos 28 % de FDN y 18 % de FAD en materia seca (11), y complementarse con concentrados formulados para cubrir los requerimientos en cada etapa (11,12).
Agua insuficiente o de mala calidad: La falta de agua limpia reduce inmediatamente la ingesta de materia seca y la producción. Una vaca lechera consume ~4–5 L de agua por cada kg de MS ingerida o ~4–4,5 L por litro de leche producido (13). La privación de agua (o agua con exceso de sales) aumenta el hematocrito, reduce la motilidad ruminal y causa estrés (“sed” agresiva) (14).
Manejo deficiente del comedero: Dejar comederos vacíos o sucios, o tener poco espacio por vaca, genera competencia y consumo irregular. Se ha observado que los errores en el mezclado de la Ración Total Mezclada (TMR) y la programación de alimentación agravaban la SARA (15). En general, se debe mantener el comedero siempre lleno (con un ~5 % de sobrante) y limpiar bebederos/comederos a diario (15, 16). Proporcionar suficiente espacio y tiempo de alimentación a cada animal reduce agresiones y vacas hambrientas (15, 17).
Cada uno de estos errores puede ser crítico en sistemas intensivos de alta producción; sus efectos se multiplican en grandes hatos donde la gestión debe ser muy cuidadosa (16,18). Por ejemplo, la FAO recomienda que la dieta, incluida la fibra, se ajuste a la edad, peso y etapa de lactancia del animal (19), y que todos los animales tengan acceso suficiente a alimento y agua (17). Cuando no se cumplen estas prácticas globales, aparecen rápidamente problemas metabólicos y pérdidas de eficiencia.
Consecuencias productivas y sanitarias
Los errores anteriores se traducen en efectos negativos tangibles en la granja:
Baja en producción lechera: La caída de ingesta por acidosis o estrés nutricional suele reflejarse en menos litros de leche. También baja el contenido de grasa (y a veces de proteína) de la leche, lo que indica un desbalance forraje/concentrado (6). Dietas ricas en grano y bajas en f ibra generan una grasa de leche muy baja; corregir esto aumentando la fibra suele restaurar los niveles normales (6).
Acidosis ruminal subaguda (SARA): Es la enfermedad nutricional más importante en lechería. Reduce la fermentación ruminal, causa pH bajo crónico, reduce el consumo de alimento y fomenta inflamación ruminal. La SARA se asocia además con timpanismo espumoso crónico y abscesos hepáticos (por bacterias que atraviesan el rumen inflamado) (5). El patrón más claro de SARA es ingesta irregular de alimento y leche, como una “montaña rusa” diaria (5,20).
Laminitis y problemas de cascos: Derivan de SARA y del timpanismo intermitente causado por dietas bajas en fibra. Se manifiestan como cojeras crónicas y vacas menos paradas, reduciendo el rendimiento total (4).
Cetosis y pérdida de condición corporal: Frecuente en animales muy flacos o muy gordos al parto. Produce anorexia, bajada de leche y pérdida de peso rápidamente (21). Suele ir unida a deficiencias en la dieta seca (balanzas energéticas negativas al inicio de lactancia) (22). La prevención incluye no sobreengordar las vacas secas y aumentar granos gradualmente antes del parto (21).
Hipocalcemia (fiebre de leche): La gran demanda de calcio al inicio de la lactancia (hasta 120 g/ día) supera a veces la capacidad de movilización ósea si la dieta seca estaba desequilibrada (10). La hipocalcemia causa debilidad muscular, postración y aumenta hasta 10 veces el riesgo de metritis, retención de placenta, mastitis y desplazamiento de abomaso (23). También reduce la producción inmediata de leche y la vida productiva del animal (23).
Problemas reproductivos: Las deficiencias nutricionales repercuten en fertilidad. Vaca muy gorda o flaca tarda más en ciclar y concebir. Retenciones de placenta y metritis, con pérdidas económicas por demoras en parto subsecuentes, se exacerban en hatos mal alimentados.
Descartes y mortalidad elevadas: En hatos intensivos mal gestionados los trastornos metabólicos e infecciosos son frecuentes. Según informes universitarios, la falta de prevención en alimentación puede producir pérdidas por muertes de hasta el 20–25 % de la población en un año (24). Esto incrementa los costos en reposición y afecta al capital genético.
En resumen, los errores en alimentación no solo reducen litros de leche, sino que disparan cascadas de enfermedades (metabólicas e infecciosas) que merman la rentabilidad del hato (23, 24).
Ejemplos prácticos de campo
Caso 1: Acidosis por baja fibra. En un hato comercial se notó una caída sostenida del porcentaje graso en la leche y frecuentes cojeras en las vacas post-parto. El análisis de la ración reveló una relación forraje:concentrado de solo 40:60 y forrajes muy finamente picados. Tras reformular la dieta aumentando la porción de heno largo y reduciendo ligeramente los cereales, se estabilizó el pH ruminal. Además, se incorporó bicarbonato de sodio (0,6 % MS) como buffer(25). En pocas semanas mejoraron la producción de grasa láctea y disminuyeron los problemas podales, lo que concuerda con que “proporcionar fibra de nivel y tamaño adecuado suele eliminar los problemas nutricionales” observados (6).
Caso 2: Error en la mezcla de TMR. En otra lechería grande, las vacas mostraban ingestas muy variables y bajada de producción en lotes específicos. Se detectó que la mezcladora de ración total (TMR) estaba descalibrada: se formulaban raciones inconsistentes con lotes distintos. Al reentrenar al personal, calibrar las básculas y asegurar una mezcla homogénea, los patrones de consumo se regularizaron. Ello confirma que “errores en el cálculo y la administración de la ración” (como mezclas incorrectas o escasa disponibilidad) exacerban la acidosis (15). Tras corregir la mezcla, la producción se normalizó y las vacas ganaron condición corporal.
Caso 3: Estrés hídrico. Una granja en clima cálido observó que en verano las vacas reducían la ingesta y producían menos leche. Se comprobó que el agua de bebida estaba a temperatura alta y en algunos bebederos resultaba salina. Al instalar sistemas de enfriamiento/añejar bebederos con agua fresca y asegurando constante reposición automática, el consumo de agua subió significativamente (13). Esto permitió restablecer la ingesta de MS al nivel óptimo. El ajuste dio resultados rápidos, porque como señala la literatura, la falta de agua afecta rápidamente el rendimiento productivo (14).
Estos ejemplos ilustran cómo errores aparentes (poca fibra, mala mezcla o agua caliente) se traducen en pérdidas, y cómo su corrección –basada en principios científicos– revierte los problemas.
Recomendaciones técnicas basadas en evidencia
Para evitar los errores anteriores, se aconsejan las siguientes prácticas (respaldadas por guías internacionales):
Formulación balanceada de la ración: Utilizar programas informáticos o guías de referencia (NRC, INRA, etc.) para cubrir los requerimientos de energía, proteína degradable e indegradable en rumen, grasas, vitaminas y minerales en cada etapa (11, 18). Priorizar el análisis periódico de forrajes y concentrados para ajustar las cantidades reales, evitando deficiencias u excesos. Asegurar que los porcentajes de FND (≥28 % MS) y FAD (≥18 % MS) sean adecuados (11), así como no exceder 6–7 % de grasa añadida en la dieta completa.
Fibra efectiva y calidad de forraje: Incluir forrajes de partícula larga (henos sin picar o paja picada gruesa) para estimular la rumia. La fibra estructural mantiene la motilidad y amortiguan el rumen (7). Una ración con alta FND promueve salud ruminal aunque sea algo menos energética (7). Controlar la calidad de silo (evitar fermentaciones malas) y de henos (evitar madurez excesiva). Según FAO, la dieta debe incluir fibra adecuada y ajustarse a la etapa del animal (19).
Adaptación gradual de la dieta: Al inicio de lactación, incrementar los granos progresivamente. Por ejemplo, aumentar ~0,5–1 kg de concentrado cada 2 días en la primera semana después del parto (9). Realizar transiciones intermedias entre raciones (pre-lactancia, baja producción, alta producción) cuando se usan sistemas de unifeed (26). La adaptación paulatina evita SARA y cetosis (8,9).
Monitoreo de la condición corporal: Mantener las vacas en BCS adecuadas (pico ~2,75–3,0; secado ~3,5) evita tanto la grasa excesiva preparto como la caquexia durante la lactancia (2, 22). Registrar el BCS y ajustarlo durante toda la lactancia ayuda a prevenir síndrome de vaca gorda o vaca flaca y sus enfermedades asociadas.
Disponibilidad de agua en cantidad y calidad: Proporcionar acceso ilimitado a agua fresca y limpia. Como regla, ofrecer 4–5 L de agua por cada kg de MS o ~4 L por litro de leche (13, 14). Mantener bebederos automáticos con flotador, limpia, a sombra y con un nivel apropiado (5 10 cm de margen) (27). La FAO subraya que cada vaca debe disponer de espacio y tiempo suficientes para beber (17).
Manejo correcto del comedero: Asegurar que nunca queden raciones agotadas; debe haber siempre un 5–10 % de excedente diariamente. Adaptar el sistema a la dinámica del hato (por ejemplo, alimentar con TMR al menos 2 veces al día). Mantener limpia la zona de alimento y ofrecer múltiples puntos de acceso en lotes grandes. Evitar sobrecarga de vacas en pocos comederos; dar ~0,60–0,75 m lineales por vaca (según la práctica recomendada). Este control evita estrés por competencia (15,17).
Suplementos ruminales: En dietas muy ricas en concentrado, considerar tamponantes (bicarbonato de sodio 0,5–0,75 % MS) y aditivos (levaduras vivas, probióticos) para estabilizar el pH (25). Estos mejoran el consumo en vacas recién paridas y ayudan a mantener el contenido graso de la leche (25).
Formación y protocolos claros: Capacitar al personal en detección de celo, homogeneidad en la mezcla de TMR, toma de muestras de forraje y verificación de bodegas de alimentos. Desarrollar protocolos escritos para cada etapa de lactación. El seguimiento estricto de guías de nutrición (NRC, FAO, extensiones universitarias) y la evaluación continua de la respuesta animal (producción, análisis de leche, salud) son esenciales.
Aplicando estas recomendaciones científicamente fundamentadas se minimizan los errores nutricionales. En resumen, una dieta globalmente balanceada, con fibra suficiente y cambios controlados, junto a buena gestión de comederos y agua, protege la salud de las vacas y maximiza la producción. Como resumen, las guías FAO y de investigación apuntan a que el éxito lechero descansa en ajustes precisos de la dieta a cada vaca y un manejo cuidadoso del suministro de alimento (16, 19).
Fuentes: Estudios científicos, manuales de nutrición y guías internacionales (Merck Vet Manual adaptado de NRC, extensiones universitarias, FAO, etc.) respaldan las prácticas descritas (1, 11, 15, 18, 19).
(1, 7,16, 22) Necesidades nutricionales d el ganado vacuno lechero - Manejo y nutrición - Manual de veterinaria de Merck
https://www.merckvetmanual.com/es-us/manejo-y-nutrici%C3%B3n/nutrici%C3%B3n-ganado-vacuno-lechero/necesidades-nutricionales-d-el-ganado-vacuno-lechero
(2, 4, 5, 6, 9, 10, 18, 21, 23, 24, 25) Salud y enfermedades metabólicas relacionados con factores nutricionales en vacas lecheras (G1743S) https://extensionpublications.unl.edu/assets/html/g1743s/build/g1743s.htm
(3, 8, 15, 20) Acidosis ruminal
https://www.dsm-firmenich.com/anh/es/challenges/supporting-animal-health/rumen-acidosis.html
(11, 12) Formulación de raciones para vacas lecheras
https://es.extension.umn.edu/vacas-lecheras/formular-raciones-para-vacas-lecheras
(13, 14, 27) El agua en la producción lechera | Engormix
https://www.engormix.com/lecheria/nutricion-vacas-alta-produccion/agua-produccion-lechera_a46050/
(17, 19) Guía de buenas prácticas en explotaciones lecheras. Directrices FAO: Producción y Sanidad Animal No.8. Rome
https://www.fao.org/4/ba0027s/ba0027s00.pdf
(26) Recomendaciones para la alimentación de las vacas lecheras | Engormix
AgroPetEd
Información sobre animales y prácticas agropecuarias.
© 2025. All rights reserved.