Aprovechamiento de residuos agroindustriales en alimentación animal
La creciente agroindustria genera toneladas de residuos orgánicos (pajas, bagazos, pulpas, cáscaras, orujos, lactosuero, etc.) que tradicionalmente se descartan, ocasionando problemas ambientales. Sin embargo, estos materiales contienen nutrientes valiosos que pueden reintroducirse en el ciclo productivo como alimentos para animales.
PRODUCCION ANIMALPLANTAS Y CULTIVOS
9/8/20257 min leer
La creciente agroindustria genera toneladas de residuos orgánicos (pajas, bagazos, pulpas, cáscaras, orujos, lactosuero, etc.) que tradicionalmente se descartan, ocasionando problemas ambientales. Sin embargo, estos materiales contienen nutrientes valiosos que pueden reintroducirse en el ciclo productivo como alimentos para animales. En efecto, los subproductos agroindustriales suelen ser ricos en fibra, proteínas y compuestos bioactivos. Su uso responde tanto a la necesidad de reducir costos en alimentación (sustituyendo granos importados) como a objetivos medioambientales (disminuir residuos y huella de carbono) (1). Organismos de investigación reportan programas nacionales donde se han elaborado tablas de valor nutritivo y niveles máximos de inclusión de estos residuos por especie animal.
Clasificación de residuos agroindustriales útiles
Los residuos agroindustriales pueden agruparse por origen. Se distinguen, por ejemplo, los derivados de cereales (salvados, afrechos y cascarillas de granos) y sus procesamientos; de raíces y tubérculos (pulpa de remolacha, cáscaras de papa); de oleaginosas (tortas de semilla de soya, girasol, canola); de frutas y hortalizas (pulpa de cítricos, orujos de aceituna, pulpa de tomate, desperdicios vegetales) (2). También figuran subproductos de caña de azúcar (bagazo, melaza) y de la industria cervecera (granos de malta, levadura gastada) o láctea (lactosuero). En la práctica, la oferta local de residuos varía según la región: por ejemplo, en áreas mediterráneas abundan los residuos de oliva, uva y tomate (3). La diversidad de materiales exige evaluar cada uno: algunos son fibrosos, otros ricos en almidón o proteína, y todos requieren conocer su composición antes de formular la dieta (4).
Ventajas del uso de residuos agroindustriales
Económicas: Reducen el costo de la dieta al sustituir parcialmente granos o forrajes convencionales. Por ejemplo, en Chile el incremento de los precios de insumos ha motivado a productores a buscar alternativas baratas de «buen valor nutritivo». El aprovechamiento de residuos cerca de la granja evita gastos de transporte de materias primas foráneas.
Ambientales: Disminuyen la contaminación por residuos agroindustriales (evitando su descomposición en el campo) y reducen la huella de carbono del sistema. Estudios españoles destacan que reciclar estas fuentes en alimentación animal favorece la economía circular, reduce la dependencia de importaciones y las emisiones de metano entérico (1).
Nutricionales: Muchos subproductos aportan nutrientes útiles. Por ejemplo, los salvados de trigo o sorgo son ricos en fibra dietaria y ofrecen proteínas de buena calidad; la pulpa de cítricos contiene carbohidratos fermentables de rápida degradación en el rumen. Residuos como la pulpa de tomate o las lías de vino aportan proteína y metabolitos secundarios beneficiosos, y el orujo de aceituna incluye grasas y compuestos fenólicos. El lactosuero, aunque líquido, es abundante en lactosa, grasa y proteínas de alto valor biológico. En conjunto, estos recursos pueden mejorar la densidad energética y proteica de la ración y añadir componentes funcionales (fibras fermentables, antioxidantes, probióticos) que favorecen la salud digestiva de los animales.
Limitaciones y riesgos
Contaminantes físicos y químicos: Los subproductos pueden contener material extraño (metal, vidrio, piedras) de la cadena de producción, lo que puede causar daños físicos al animal. También pueden albergar residuos de agroquímicos o medicamentos veterinarios (pesticidas en frutas, antibióticos en camas de aves). La presencia de mohos u otros patógenos (hongos en cáscaras o forrajes) puede introducir micotoxinas peligrosas. Aunque no suelen impedir totalmente su uso, estos riesgos obligan a adoptar medidas de control y mantener niveles de inclusión conservadores.
Variabilidad nutricional: La composición de los residuos puede fluctuar según la temporada y el proceso industrial. Mientras que algunos subproductos estandarizados ofrecen composición regular, otros (como pulpas frescas o subproductos de cosecha) muestran gran variación entre lotes (4). Por ello, es crucial analizar su contenido de nutrientes (proteína, fibra, energía) antes de usarlos.
Palatabilidad: Algunos residuos pueden ser menos apetecibles. Por ejemplo, plumas de ave requieren tratamiento especial (autoclave o hidrolización) para ser digeribles, y productos con sabores o olores fuertes pueden disminuir el consumo de los animales. A menudo se añade melaza o aditivos saborizantes para mejorar la aceptación.
Conservación: Muchos subproductos tienen alto contenido de agua (por ej. pulpa de cítricos 65‑70% humedad), lo que dificulta su transporte y almacenamiento sin perder calidad. Es habitual ensilarlos para conservarlos en anaerobiosis. Sin embargo, el ensilado modifica la composición original y puede producir alcoholes u otros metabolitos que, en exceso, resulten tóxicos. En general, se recomienda secar o ensilar los residuos húmedos para eliminar microorganismos patógenos, y en algunos casos tratarlos con álcalis (por ejemplo hidróxido de calcio) para mejorar su digestibilidad. La degradación enzimática de lípidos (en caso de semillas o tortas con grasa) causa rancidez, rechazos de consumo y riesgo de micotoxinas si no se seca adecuadamente.
Procesamiento y acondicionamiento
Para maximizar su valor alimenticio, los residuos se someten a diversos tratamientos:
Ensilado: Fermentar bajo condiciones anaeróbicas (ej. tapar con láminas los silos de pulpa o bagazo) permite conservar subproductos con alto contenido de agua. Según estudios españoles, el ensilado es sencillo y barato, aunque produce fermentaciones con alcoholes que deben controlarse para evitar intoxicaciones.
Secado y molienda: El secado solar o mecánico de pulpas y bagazos reduce peso y previene fermentaciones indeseadas. Una vez secos, los materiales fibrosos (savia de cáñamo, bagazo de caña, cáscaras) se muelen o peletizan para homogeneizar la ración. El procesamiento térmico (por ejemplo cocción de pulpa de papa) o el prensado mecánico (extracción de agua) son comunes para facilitar la conservación.
Tratamientos químicos/físicos: Con frecuencia se aplican calor o agentes químicos para proteger nutrientes. En tortas de oleaginosas (ej. soya, girasol) se han empleado recubrimientos con grasas y aplicados almidones o formol para reducir la degradabilidad ruminal de la proteína. Tratamientos con formol (0,5–3% sobre nitrógeno) o con calor (120 °C) disminuyen la degradabilidad ruminal de proteínas y almidones, incrementando la fracción by-pass y mejorando la eficiencia del animal. En otros casos, se utilizan alcalinizantes (hidróxido de sodio o cal) para aumentar la digestibilidad de la fibra, tal como recomiendan guías españolas.
Fermentación controlada: Se pueden emplear cultivos de bacterias o hongos (fermentación en estado sólido) para enriquecer el sustrato en proteína o degradar compuestos antinutricionales. Este enfoque biotecnológico, junto con técnicas enzimáticas, abre la vía a la producción de ingredientes funcionales a partir de residuos (ej. productos fermentados con levaduras o musgos).
Recomendaciones por especie animal
El aprovechamiento de un determinado subproducto debe adaptarse a la especie y al sistema de producción:
Rumiantes (bovinos, ovinos, caprinos): Su digestivo les permite aprovechar fibras difíciles. Muchos residuos pueden incorporarse en niveles moderados (por ejemplo 20‑40% de la ración total) sin afectar el rendimiento. En Chile se reportó que pulpa de manzana (6–7% PB) fue usada hasta en 50% de la dieta de novillos, con ganancias de ~1,2 kg/d y 22 L/d en vacas lecheras. Pulpa de tomate (18–21% PB) se incorporó hasta 40% logrando ~1,1 kg/d en novillos y sin reducción de producción en vacas (22–24 L/d). En contraste, subproductos con antinutrientes (taninos) deben limitarse – por ejemplo, orujo de uva no superó ~15% de la dieta porque mayores niveles inhibieron la fermentación ruminal. Se recomienda introducirlos gradualmente, analizando la respuesta productiva y ajustando al estado fisiológico del animal. Existen tablas técnicas chilenas y españolas que sugieren niveles máximos de inclusión para cada subproducto y especie.
Monogástricos (porcinos, aves): Estos animales digieren peor la fibra cruda. Por lo tanto, se eligen residuos con alta digestibilidad o se someten a procesamiento intensivo. Un caso exitoso es el grano cervecero gastado (BSG): estudios demostraron que se puede incluir hasta el 20% en raciones de cerdos de engorde sin afectar su crecimiento. Sin embargo, aves y cerdos no digieren bien polisacáridos de pared celular (arabinoxilanos, β-glucanos); para usar BSG en aves suele añadirse enzimas específicas (xilanasa, β-glucanasa). En general, los residuos ricos en fibra estructural (paja, bagazo sin tratar) son poco recomendables para aves y cerdos, como destaca la literatura especializada. Por ello, para estas especies se prefieren residuos de muy alta calidad proteica (harinas de subproductos animales o microbianos) o que hayan sido previamente fermentados.
Otros animales (equinos, cabras, peces): En general se aplican criterios similares a los rumiantes si pueden degradar fibra, o a los monogástricos si no. Cada caso requiere evaluación local. En todos los casos, es fundamental equilibrar la ración, monitorear el consumo y la salud animal al introducir un nuevo subproducto.
Ejemplos prácticos
Varias experiencias ilustran los beneficios potenciales:
Pulpa de frutas en rumiantes: En Chile un programa de investigación integró con éxito pulpa de manzana y de tomate en dietas de vacunos y ovinos. En bovinos de carne, 50% de pulpa de manzana mantuvo ganancias de ~1.2 kg/d, y 40% de pulpa de tomate dió ~1.1 kg/d (sin reducir consumo). En ovinos de cebo, la inclusión de 30–40% de estos residuos no afectó la ganancia de peso (~240–250 g/d).
Granos cerveceros en porcinos: Diversos estudios recomiendan hasta un 20% de grano de malta gastado (BSG) en dietas de cerdos de engorde, sin pérdida de rendimiento. En Latinoamérica, algunas cervecerías entregan este subproducto a bajo costo a granjas locales, destacando su «valiosa composición» (fibra, proteína residual) y su disponibilidad anual.
Residuos de queso (lactosuero): En México se investiga el lactosuero por su alto contenido nutritivo y funcional. Aunque gran parte se desecha, se han desarrollado procesos para convertirlo en concentrados proteicos y alimentos fermentados, obteniendo productos de alto valor y reduciendo el impacto ambiental.
Cítricos y caña: En regiones cítricas, la pulpa de naranja se usa comúnmente tras ensilar. La melaza de caña, residual de la industria azucarera, se emplea para mejorar la palatabilidad de raciones rumiantes. En varios países americanos se han implementado plantas de ensilado de residuos hortofrutícolas para alimento ganadero, mostrando éxito en la conservación y uso efectivo de la biomasa.
Estas experiencias demuestran que el aprovechamiento técnico de residuos agroindustriales puede convertirse en un aliado estratégico: agrega valor a lo que antes era desecho, mejora la rentabilidad y promueve una ganadería más sostenible.
Referencias: Se ha recurrido a fuentes académicas y técnicas recientes que documentan casos prácticos y bases científicas del aprovechamiento de residuos en alimentación animal (1). Cada afirmación se acompaña de su fuente específica para profundizar según sea necesario.
(1, 3) Investigan la utilización de residuos vegetales en alimentación animal | RETEMA
(2, 4) Subproductos Agropecuarios en la Alimentación de Rumiantes | Intagri S.C.
AgroPetEd
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